La jerarquía de los controles de riesgos en el sector de la odontología
Cómo aplicar los métodos de contención y control de riesgos clínicos
En los últimos años, el sector de la odontología ha experimentado grandes cambios: la rápida evolución tecnológica de los materiales y equipos, la digitalización de los procesos, una nueva concienciación del paciente, ahora más atento por los resultados y los costes, y una mayor atención por la prevención y la estética. Es evidente que, bajo estas condiciones y en un contexto pospandemia, es importante prestar atención a la cuestión del riesgo de infecciones. Ahora es necesario poner en marcha acciones de seguimiento, interceptación y control de las distintas situaciones de riesgo clínico para prevenir la aparición de eventos adversos y, en caso de que ya se hayan producido, reconocer y eliminar los procedimientos de riesgo. Gestionar los riesgos significa analizar las fuentes de estos eventos adversos, calificarlos, verificar si el riesgo asociado es aceptable o insostenible y, en este último caso, identificar las acciones que lo eliminen o lo reduzcan. En este contexto, puede ser útil tener en cuenta la jerarquía de los controles de los riesgos, un sistema utilizado para minimizar o eliminar la exposición a los diferentes riesgos.
La jerarquía de los controles de infecciones comienza con los dos métodos más eficaces, a saber, la eliminación del riesgo y la sustitución, que sustituye los posibles factores de riesgo con prácticas que tienen menos probabilidades de causar infecciones. En tercer lugar nos encontramos con los controles técnicos, es decir, aquellos instrumentos mecánicos capaces de aislar el peligro de las personas. El siguiente paso en la jerarquía es la implementación de controles administrativos para proteger al individuo cuando no se puede eliminar el riesgo. Los Equipos de Protección Individual (EPI) son el último nivel de defensa en la jerarquía y requieren que los pasos anteriores se hayan llevado a cabo e implementado correctamente para ser más eficaces.En un estudio de 2017 se demostró que en las clínicas dentales, debido a la elevada producción de bioaerosoles, los trabajadores están expuestos a un alto riesgo de contraer enfermedades infecciosas. Además, precisamente por eso, también es fácil que se produzca la propagación de las infecciones cruzadas. Para garantizar la seguridad de los dentistas, sus familias y los pacientes, a continuación indicamos algunas formas sencillas de poner en práctica la jerarquía del control de riesgos:
- Eliminación
La eliminación consiste en eliminar el peligro. Un ejemplo claro es cuando un paciente llama a la clínica dental para decir que está enfermo y se pospone su visita hasta que se sienta mejor.
2. Sustitución
Sin embargo, la eliminación no siempre es una opción viable. Una alternativa viable puede ser la sustitución por una solución más segura. Dado que todo paciente debe considerarse como potencialmente infectado, algunas sustituciones pueden reducir el riesgo de exposición a la vez que ayudan al paciente. El uso de protocolos mínimamente invasivos para reducir la producción de salpicaduras, sprays y aerosoles son una buena opción. Entre los instrumentos que permiten la aplicación de protocolos mínimamente invasivos se encuentran la cánula quirúrgica, que puede reducir la producción de aerosoles hasta en un 90%, y los diques dentales, que crean una barrera eficaz entre la zona a tratar y el resto de la boca, limitando así la contaminación por bacterias presentes en la cavidad oral.
3. Medidas técnicas
Las medidas técnicas consisten en el uso de sistemas barrera para aislar el peligro de las personas. En el mundo de la odontología se utilizan muchos dispositivos que pueden pertenecer al tercer nivel de la jerarquía de controles, como los recipientes para objetos cortantes, los dispositivos que eliminan la posibilidad de pinchazos con agujas y las cubas de ultrasonidos para reducir la carga bacteriana de los instrumentos en comparación con el frotamiento manual del instrumental afilado. Todos estos dispositivos se han diseñado para reducir la posibilidad de exposición a agentes patógenos.
Otro ejemplo de medida técnica es el uso de sistemas de ventilación en la clínica, que purifican el aire exterior filtrando los microbios y expulsan el aire viciado a través de un conducto de escape independiente. La mayoría de los procedimientos dentales esenciales producen aerosoles, salpicaduras o rociados contaminados, por lo que es esencial controlar y contener estos fluidos antes de que lleguen a los pacientes y comiencen a viajar por el aire.
4. Controles administrativos
Los controles administrativos, también conocidos como controles de la práctica laboral, son medidas dictadas por el empleador, es decir, políticas y procedimientos que modifican la forma de trabajar del equipo dental para reducir o evitar la exposición al riesgo. Por ejemplo, si dispone de una cánula y se recomienda utilizarla durante los procedimientos con producción de salpicaduras o aerosoles, la comprobación de las prácticas laborales consiste en verificar que efectivamente se utilice. Por el contrario, tener un recipiente para objetos cortantes pero tirar una aguja a la basura es un ejemplo de aplicación de medidas técnicas, pero no de controles adecuados sobre las prácticas de trabajo.
Los procedimientos operativos estándar son útiles para garantizar la aplicación de los controles de las prácticas laborales. De hecho, los primeros pueden ayudar a los empleados a visualizar y comprender rápidamente los procesos para realizar los trabajos, incluso ante procedimientos complicados, eliminando así las preguntas repetitivas. El establecimiento de sistemas y mejores prácticas también puede fomentar la responsabilidad del personal, lo que ayuda a establecer comportamientos que, en última instancia, contribuirán a garantizar la seguridad de todos. Un ejemplo de gran importancia en la gestión de riesgos mediante la definición y verificación de procedimientos y protocolos compartidos es el reacondicionamiento del instrumental. Al tratarse de un proceso que consta de varias etapas (limpieza, desinfección, esterilización, acondicionamiento y almacenamiento), siempre se debe aplicar mediante una fase de formación sobre el protocolo e ir acompañado de instrucciones sobre las buenas prácticas que se deben seguir y los controles pertinentes.
5. Equipos de Protección Individual (EPI)
La jerarquía de controles clasifica las categorías de controles de riesgos desde el más eficaz al menos eficaz, y los EPI son la última línea de defensa recomendada. Aunque los EPI son un mecanismo de protección fundamental, no podemos esperar que sean nuestra única defensa ni un mecanismo infalible. Por lo tanto, es necesario que, además del uso del EPI, se apliquen todas las demás medidas de control de riesgos enumeradas anteriormente. A menudo escuchamos hablar de los EPI, cuyo acrónimo significa cualquier ptrotección personal general. Sin embargo, desde el punto de vista normativo, existen dos tipos diferentes de productos: los Productos Sanitarios y los Equipos de Protección Individual. Estos últimos se definen en el Reglamento UE 425/2016 y tienen la función de proteger a la persona que los utiliza de los riesgos para la salud y la seguridad. En una clínica dental, estos elementos incluyen: guantes anticortes, una mascarilla de protección, una bata impermeable y gafas de protección. Los productos sanitarios incluyen prótesis dentales y de ortodoncia, implantes, desinfectantes, sillón y autoclave. Todos los PS deben estar certificados y cumplir con el nuevo Reglamento Europeo MDR. Por lo tanto, los EPI, a diferencia de los productos sanitarios, están diseñados para proteger al usuario de los peligros. Después de atender a cada paciente, habrá que cambiar la mascarilla y los guantes. Además, si un dispositivo de protección – PS o EPI – está sucio y es evidente a nivel visual, mojado o roto, se deberá sustituir.
Cuando los pacientes contraen enfermedades en las clínicas dentales, estos casos se consideran infecciones asociadas a la asistencia sanitaria y tienen consecuencias para los responsables que a veces subestiman el control de las infecciones, incluyendo posibles sanciones económicas.
Por tanto, la solución pasa por estar al día sobre las últimas normativas y recomendaciones y aplicar con diligencia todos los niveles de la jerarquía del control de riesgos.
El conocimiento de los riesgos asociados a la actividad profesional proporciona al dentista una mayor confianza sobre la gestión de las prácticas clínicas. El análisis de riesgos pone de manifiesto las operaciones que es más probable que se repitan para obtener el resultado, sugiriendo posibles correcciones y destacando la necesidad de eliminar comportamientos potencialmente peligrosos (en sentido económico, estético o físico) para el paciente o la propia clínica.